“la política del avestruz». La pandemia COVID19: Tiempo de trastornos mentales y ética mortífera.

En urgencias hospitalarias la Dra. X le dice al paciente H: “Padece una neumonía grave y las pruebas dan positivo para COVID19. Necesito internarlo para observación”. El paciente H responde sorprendentemente: “Vaya Dra. me tranquiliza…creí que tenía cáncer de pulmón”. A los tres días H, debido a una insuficiencia respiratoria muere en la UCI del hospital sin poder ver a su familia y es incinerado, preventivamente,  junto a otros féretros, sin que pueda tener la oportunidad de llevarse a cabo un digno velatorio con los hijos y amigos.

Esta es una situación de riesgo real, imprevista y veloz, tremendamente dolorosa, frente a la que miles de seres humanos se enfrentan, y nos enfrentamos todos y todas, ante la pandemia COVID19, en estos duros momentos ,con diferentes vivencias, actitudes y comportamientos.

Una actitud, un comportamiento y una respuesta como la del paciente H nos resulta particularmente impactante. La Dra. X, paciente mía inmersa en un tratamiento psicoanalítico se preguntaba a sí misma y me interrogaba acerca de lo que había oído decir al paciente H en aquellos momentos y acerca de todo lo que esta viviendo ahora en el hospital y lo que últimamente ve en la televisión y en la calle. Este paciente negaba, al parecer por supuesta falta de información o desconocimiento, la gravedad de su situación clínica.

La sorprendente tranquilidad del paciente H se basa en un mecanismo de negación psíquica, por falta de información o ignorancia de la gravedad real de su enfermedad. Más preocupante y más patológica es la de aquellas personas que utilizan, frente a una realidad desconocidad y traumática, el mecanismo de “desmentida” del impacto cognitivo y emocional del acontecimiento, el mecanismo de repudio del sufrimiento y de la colisión de la realidad disruptiva que amenaza su vida. La sabiduría popular lo conoce como “política del avestruz”. Un comportamiento típico de estas “aves corredoras”, frente a las situaciones de peligro real. Estas especies meten la cabeza en un agujero como intentando no ver el peligro y hacer mágicamente desaparecer la amenaza.

¿Quién durante la infancia, de joven o de adulto no ha practicado o se ha sentido impulsado a utilizar la negación por un lado o la “desmentida, por el otro”, frente a situaciones que nos intimidaban y ante las cuales nos sentíamos completamente impotentes?

Es muy humano…pero muy arriesgado para la propia supervivencia cuando se practica con demasiada frecuencia o en el peor de los casos, cristaliza en la personalidad de innumerables personas. Esta situación se agrava cuando estos seres humanos niegan sus responsabilidades, tanto como la realidad y las consecuencias de sus actos, y no solamente poniendo e peligro sus propias vidas sino, también, las de sus allegados y semejantes.

Para aquellos que utilizan reiteradamente el mecanismo de la re-negación o desmentida, desde la psicopatología y la disciplina psicoanalítica se ha acuñado el término de psicópatas o, mejor, “perversos narcisistas”. La negación, utilizada como desmentida de la realidad y sus consecuencias, trata de hacer desaparecer mágicamente el conflicto en función de otros intereses espurios, para ocultar sus deseos egoístas, sus responsabilidades, así como la realidad de sus actos.

Este tipo de personas con un falso equilibrio psíquico y una conciencia moral deteriorada, proyectan en los demás sus propios sentimientos conflictivos, culpabilizando a su vez a los demás e intentando hacerles única y exclusivamente responsables de los errores cometidos o de las calamidades presentes y sufridas.

El/la psicópata y el/la perverso/a narcisista, se suelen escindir en dos partes y manifestar dos imágenes de sí mismos, para conservar su buena imagen y proyectar su parte mala hacia el exterior e intentar que los otros carguen con ella. Algunos y algunas se pasan la vida practicando la “política del avestruz” y, sobre todo, “buscando la paja en el ojo ajeno e ignorando la viga en el ojo propio” con, a veces lamentablemente, gran éxito social a corto plazo.

El campo predilecto, el instrumento maestro de este tipo de personas suele ser la palabra. Decía S. Korff-Sausse (2007) que el “lenguaje” es su verdadera arma, más temible quizá que la violencia física; ya que se sirve de él para lograr sus fines y el sometimiento de los demás.

No hace falta que exponga ejemplos didácticos para ilustrar lo que digo, pues basta hoy con consultar las redes sociales y observar el comportamiento de muchos ciudadanos de a pie en estos momentos de confinamiento y, como no, sobre todo teniendo en cuenta las actitudes, la opinión, los discursos y los comportamientos de muchos periodistas y de significados políticos y diputados de nuestro y otros países durante la gestión de la COVID 19.

Pienso que todo ello linda en los confines no solo de la psicopatología sino, también, en los límites de la falta de ética o, más bien, en el espacio de una ética descompuesta, envilecida, que no persigue el bien común sino, consciente o inconscientemente, el beneficio espurio, ilegítimo, adulterado, fraudulento y mortífero particulares.

Dr. Francisco Muñoz-Martin

Psicólogo Clínico, Psicoterapeuta y psicoanalista

Miembro de IPA, APM, SEPYPNA e IEPPM

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